lunes, mayo 30, 2011

El pequeño Christian, de Blutch. El final de la inocencia

El pequeño Christian o la crónica de cómo Christian deja de ser pequeño es, en realidad, la historia de nuestras vidas, del turbulento paso de la niñez a la aún más turbulenta adolescencia. La primera parte de esta obra se publicó hace doce años (los episodios centrados en la niñez del protagonista) y su autor tardó casi otros diez en sacar a la luz la segunda parte (la entrada en la adolescencia del pequelo Christian).

Blutch nos tenía acostumbrados en los últimos tiempos a ejercicios narrativos cargados de simbolismo, el que se encierra en los misterios de la sexualidad en el caso de La voluptuosidad, o los que esconde la historia y sus revisiones ficcionales, en Péplum. El pequeño Christian se mueve en el territorio de la crónica episódica humorística, en este sentido, mucho más cerca de las marcas narrativas de Blotch. Su trasfondo argumental, no obstante, es completamente diferente.

Dentro de su aparente libertad conceptual (evidente en su elección estética) Blutch es un guionista inteligente, lleno de profundidad y perspicacia psicológica. Una cosa no debería imponerse a la otra, en realidad. El pequeño Christian, que en teoría podría pasar por un trabajo humorístico menor, frente a la señalada densidad simbólica de sus obras precedentes, es, por el contrario, un acercamiento lucidísimo a la visión del mundo que tendría un niño preadolescente.

Blutch nos invita a navegar entre las dudas, las frustraciones y los episodios de aprendizaje que enmarcan este decisivo periodo de nuestras vidas, y lo hace desde la mirada aguda del ironista que respeta a su personaje, pero entiende la comicidad que se esconde en los dramas adolescentes. Miramos hacia atrás y nos sorprendemos de nuestra propia solemnidad, de la impostada trascendencia que tuvieron algunos episodios de nuestros 12 años. Blutch se acerca a esos capítulos, sólo anecdóticos desde la seguridad que aporta la distancia temporal, y nos los relata adoptando el punto de vista de su protagonista, el pequeño Christian. El truco reside en la selección de los instantes (algunos hilarantes, la mayoría realmente graciosos e incisivos) y en la presentación de los mismos, a través de esa visión infantil deformante.

No es la primera vez que se usa este recurso en el cómic ni mucho menos. Casi todas las aventuras de Calvin y Hobbes aparecen filtradas por la fantasía del niño que las protagoniza; es ese de hecho, el mecanismo rector de su esquema narrativo: Hobbes sólo es verosímil en tanto en cuanto existe en la imaginación de Calvin, sólo él y el lector son capaces (uno como protagonista, nosotros como espectadores) de interpretar ese plano de “realidad imaginada“.

Hace poco hemos podido leer otro cómic que guarda muchas semejanzas con El pequeño Christian, se trata de Marzi, de Sylvian Savoia y Marzena Sowa. En él, sus autoras relatan, también mediante una selección de episodios vitales, sus experiencias infantiles en un país sujeto a un régimen comunista. Como en la obra de Blutch, la inocencia infantil y su revisión irónica son los materiales argumentales de Marzi. Pero sus páginas caminan mucho más cerca del episodio costumbrista y se recurre menos en ellas al componente deformador de la fantasía.

Los capítulos de El pequeño Christian relatan episodios existenciales del niño protagonista (la escuela, la relación con las niñas, los mitos infantiles, la autoridad paterna, las vacaciones de verano), valiéndose de los propios referentes culturales y populares del personaje: el western, la publicaciones semanales Pif Gadget o La revista de Mickey, Los ángeles de Charlie, las películas de Steve McQueen, Tintín, etc. En El pequeño Christian la transición entre la realidad y los referentes ficcionales es tan fluida como lo sería en la imaginación de un niño: de hecho, todos necesitamos de unos asideros (ideológicos, culturales o vitales) que nos ayuden a entender la realidad y a sobrevivir en ella. Es comprensible que en el caso de un niño estos puntos de anclaje estén determinados por sus lecturas y sus diversiones más inmediatas. Blutch muestra una mirada sabia a la hora de elegir y plasmar unos referentes que, seguramente, fueron los suyos. Su trazo suelto (sobre todo en la segunda parte del volumen), su talento para la caricatura deformante y su habilidad gráfica a la hora de seleccionar sólo el elemento verdaderamente relevante del motivo dibujado, colaboran a reforzar la carga humorística que tan bien funciona en este cómic.

Blutch, junto a Sfar, Trondheim, Larcenet o Christophe Blain son los estandartes del nuevo cómic francés, caracterizado por el trazo suelto, el humor inteligente y la experimentación narrativa. Cada una de sus obras compensa la expectación que la precede y de su lectura uno siempre obtiene satisfacciones inmediatas y poso reflexivo. El pequeño Christian no iba a ser una excepción, pero es que, además, es muy divertido.

lunes, mayo 23, 2011

Cárcel de amor, de Sergi Puyol. Prisiones interiores.

Cárcel de amor, de Sergi Puyol, se mueve en esas coordenadas postmodernas del extrañamiento, que van camino de convertirse en fórmula de normalidad narrativa. En un excelente artículo de 2006 dedicado al metacine ("El cine en, desde y sobre el cine: metaficción, reflexividad e intertextualidad en la pantalla"), José Antonio Pérez Bowie desarrollaba algunas de las claves de este tipo de discursos:
Íntimamente relacionada con esa puesta en relieve de la materialidad de la significación está la enfatización consciente y deliberada por parte del cine de una serie de marcas definidoras de lo teatral: artificiosidad de la escenografía, interpretación desmesurada de los actores, explicitación del proceso y acto de enunciación, etc.
Los habitantes de Cárcel de amor son personajes alienados que actúan guiados por instintos irracionales e intentan sobrevivir en un entorno social asfixiante. Hablamos del mismo paisaje artístico que pueblan las creaciones de David Lynch o de Daniel Clowes. Sus protagonistas son, en muchos casos, individuos amargados, freaks con nula inteligencia emocional, habitantes del infierno interior.
“A veces me pregunto si el problema es realmente de los demás o mío. / Yo formo parte de los demás. ¡Yo mismo soy una de esas personas que me molestan! Así que, en todo caso, el problema es de todos”. Podrían ser palabras de Wilson, la creación misantrópica de Clowes, pero en realidad tales lindezas sociopáticas pertenecen a Pierre Larrard, el igualmente odioso protagonista de Cárcel de Amor. Un personaje creado a partir de su propio rencor y que hará las delicias de lectores asociales e inadaptados, aunque, como ya hemos señalado, la fórmula dista de ser nueva.
En este tipo de obras, el contexto narrativo de los personajes aparece filtrado por la mirada perversa y pervertida de sus protagonistas (otra variante es la del falso costumbrismo, en la que el autor-director opta por un punto de vista objetivo, de modo que la realidad misma se filtra por un espejo deformante y todos aquellos que la habitan aparecen ante los ojos del lector como habitantes de una sociedad enajenada -léase Twin Peaks). En Cárcel de amor y obras similares adoptamos el punto de vista enfermizo de quien se siente perseguido: ese es uno de los secretos de ese factor de extrañamiento que venimos comentando. La ciudad, el barrio, el resto del paisanaje adquieren entonces un aire de irrealidad. Como si las coordenadas de la lógica o los sentidos (el común y el sensorial) no fueran suficientes para asir la realidad. En este cómic, el dibujo de Sergi Puyol ayuda a ahondar en esa situación de anormalidad: su estilo es naif y un tanto tosco. Aunque su muy cuidado empleo del color (con abundancia de tonos pastel) nos evita la tentación de asignarle inclinaciones art brut (todo lo contrario, encontraríamos más afinidades en la línea clara para referirnos a su estilo), sí que es cierto que Sergi Puyol juega en un plano de infantilización visual y esquematización evidentes. Funciona. Está por ver, no obstante, como encajaría esa opción estilística en otro tipo de planteamientos narrativos y argumentales.
Efectivos son también la organización narrativa y el ritmo secuencial de la obra: Cárcel de amor se estructura en pequeñas viñetas regulares, con esporádicas rupturas del esquema reticular que buscan intensificaciones o rupturas narrativas concretas. Es éste un esquema eficiente a la hora de situar la historia bajo ese falso foco de normalidad en el que se mueven sus personajes, su protagonista principal especialmente. Y es que, ¿no parecía también Astete un pueblo normal? ¿Están ustedes seguros de que Natascha Kampusch, en algún momento de su cautiverio, no sintió que su existencia era, después de todo, la de una chica normal? Hay muchos tipos de cárceles y no todas tienen barrotes; en este cómic las hay de los dos tipos.
La realidad encierra secretos oscuros en la trastienda de su escenario. Todavía no podemos adivinar que otros misterios esconderá la obra de Sergi Puyol, pero lo cierto es que lo que hemos encontrado detrás de esta primera puerta nos ha parecido interesante (aunque no haya llegado a quitarnos el aliento aún).

lunes, mayo 16, 2011

Con Sacco y sus "Notas al pie de Gaza", en Culturamas.

Esta semana vamos a delegar en nosotros mismos, vía canal interpuesto: es decir, que les vamos a remitir al articulillo que acabamos de publicar en Culturamas, esa web.
Se lo hemos dedicado al que para nosotros fue, probablemente, el mejor cómic del 2010: Notas al pie de Gaza, de Joe Sacco (andamos todavía en estado de perplejidad después de que en el Salón de Cómic de Barcelona de este año ni siquiera resultara nominado). Se trata de un trabajo con una fuerte base de investigación periodística, un reportaje minucioso, denso, concienzudo y muy muy bien dibujado. Nos parece lo mejor que ha hecho el dibujante-reportero norteamericano y, sinceramente, se trata de una de las mejores crónicas bélicas sobre el estado actual del conflicto israel-palestino que hemos podido leer en estos últimos años. Y eso que en Notas al pie de Gaza, Sacco habla sobre todo del pasado: de "noviembre de 1956, la fecha en la que el ejercito israelí, guiado por el general Ariel Sharon (futuro presidente de Israel), inició la invasión de Gaza, entrando a fuego y sangre en los núcleos urbanos más importantes de la Franja, Khan Younís y Rafah."
No les vamos a contar más, que si no todo este juego de referencias cruzadas y remisiones a páginas ajenas va a dejar de tener sentido.
PS. Ups, nos acabamos de dar cuenta de que hemos escrito mal el título del cómic hasta en la cabecera de la reseña. Malditas re-revisiones.

lunes, mayo 09, 2011

Indie nacional, Superluv y Penny Century.

Estamos un buen momento de rock/pop nacional. Quitarse de en medio a las grandes discográficas, gracias a la proliferación de spacebooks, mp3s, peertopeers, megauploads y demás munición filibustera, le ha hecho a la música independiente española un favor impagable. Básicamente porque ahora podemos oírles.
Así las cosas, no extraña que Love of Lesbian colgaran el no hay billetes para sus cuatro conciertos en Madrid en menos que canta un jilguero; o que el último disco de Manel, el fantástico 10 Milles per Veure una Bona Armadura, cantado en catalán (buenísima noticia que producirá urticaria a los ultras de la caverna), haya llegado al número uno de las listas españolas; o que Nacho Vegas haya decidido, a lo Radio Head, dejar a su discográfica y autoeditarse su propio disco, La zona sucia.
Gracias a este renacer de los conciertos en salas pequeñas, al facebookeo y al boca a boca, ordenata a ordenata, podemos pegarnos el gustazo de escuchar a Tachenko, Nudo Zurdo, Standstill, El columpio asesino o a Antonia Font en nuestro bar favorito (llámese Queru, Uni o Moloko). Y gracias a eso, descubrimos día a día grupos como Remate o Mazoni y discazos como sus Superluv o Fins que la mort ens separi respectivos.
Con el muy ecléctico Superluv, Remate se ha hecho mayor. Menudo temazo es "Por lo que tiene de romántico", con esos aires calipso-pop-elegante. Y ahora es cuando vamos a hablar de cómics. Resulta que el séptimo tema del disco es un homenaje, nada menos que al gran Jaime Hernandez: "Penny Century", se llama, y suena la mar de bien, como pueden constatar ustedes en la página web de su autor.
PENNY CENTURY
Penny Century came
But she always dies out
Vanishes behind the clouds
Like a decoy bird
I'm invisible to her

PENNY CENTURY
Penny Century llegó
Pero ella siempre desaparece
Se desvanece tras las nubes
Como un señuelo
Soy invisible para ella
Luego, rebuscando en el blog de Remate, hemos descubierto que, amén de haber firmado uno de los discos españoles del año, este señor tiene muy buen gusto comiquero. Además de a Penny Century, en su blog encontramos referencias a Charles Burns o a Chris Ware, del que comenta: "Abro otra vez el ACME de Chris Ware para volver a darme cuenta de que ahí están todos los misterios de la humanidad sin resolver, los de siempre y los de nunca." Lo suscribimos palabra por palabra.
Denle una oída a este Superluv, que vale la pena.

lunes, mayo 02, 2011

Estocolmo: islas, museos, vikingos y (algunas) viñetas.

Acabado nuestro Salón, salimos contrarreloj de la Ciudad Condal, vía Gerona, para coger un vuelo a la capital de Suecia. Esta es la segunda etapa del periplo que les contábamos el otro día. Así de viajeros y vertiginosos nos mostramos a veces.
Hay países a los que te acercas con muchos alicientes a estribor, pero con no demasiadas expectativas tebeísticas. Estocolmo podría ser el caso. Claro, que también esperábamos frío y lluvia, y resultó que todas las tormentas se habían venido para España a aguarles la Semana Santa a procesionales y visitantes foráneos. Fue gracioso, llegamos a nuestro hogar sueco provisional y apareció Modesty Blaise casi en la puerta a recibirnos con un glamuroso hola.
Estocolmo es una ciudad preciosa, una de las capitales europeas más esplendorosas, como los son sus hombres y mujeres: ciudadanos civilizados, sonrientes y tan altos como guapos. La ciudad está formada por 14 islas y centenares de islotes, aunque los puntos más importantes de la ciudad se reparten entre cuatro o cinco de esas islas y la parte que ellos llaman tierra firme. Después de unos días de paseo por sus calles, cruzando puentes y recorriendo ínsulas, terminamos por familiarizarnos con nombres como Skeppsholmen (la isla de los museos, incluido el polémico Moderna Museet, diseñado por Moneo, o el National Museeum, que presentaba la también polémica exposición "Lust & Vice") o Djurgarden (una isla llena, también, de museos -como ese homenaje al fracaso náufrago que es el Vasamuseet-, parques y jardines).
Pasea uno por las callejuelas empedradas de Gamla Stan (la isla que encierra la parte antigua de la ciudad) y tiene la impresión de estar recorriéndose una villa medieval, con multitud de placitas bucólicas, cafeterías con encanto y estatuas de bronce; en ella se encuentra también la catedral y el Palacio Real. Nos topamos en Gamla Stan hasta con dos tiendas de cómics, llenas de cajas y expositores con novedades. Bastante tebeo familiar: resulta que en Suecia no son ajenos a las virtudes de los trabajos más recientes de Joe Sacco o Mazzucchelli.
Descubrimos otras dos tiendas de cómics en la isla de Sodermalm; dicen que esta es la isla bohemia de Estocolmo, el lugar a donde ir de compras o a pasear entre la modernidad juvenil de la capital. Es también la zona de marcha, donde se encuentran los locales de moda (con precios tan prohibitivos como en el resto de la ciudad, eso sí).
Constatamos también que hay ciertos cómics que aparecen en casi todos los escaparates de las librerías suecas: omnipresente es la serie humorística Bronto Berglin, de Jan & Maria Berglin, todo un éxito de ventas; el Rocky de Martin Kellerman (también publicado en nuestro país) es toda una celebridad, sus orejillas plegadas y su aire desaliñado son casi un icono de la vida sueca; también muy popular es el perfil heavymetalero-gótico de Nemi, el famoso personaje de la noruega Lise Myhre, que llegamos a encontrar incluso en versión joyera.
Para seguir ahondando en el mundo de las viñetas nórdicas, nos agenciamos los dos volúmenes de la antología de cómics suecos, From the Shadow of the Northern Lights, que publicó Top Shelf en 2008. Nuestras impresions acerca de los mismos, se las contamos en otro post un día de éstos.
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Ah, las gracias por las fotos a Paco y las gracias por el hogar a Dan.