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miércoles, febrero 18, 2009

La laguna, de Lilli Carré. Más cuentos en las aguas oscuras.

Llevados por el buen sabor de boca que nos dejaron sus cuentos folclóricos sobre bosques, cazadores alienados y leñadores gigantes, nos hemos acercado a La laguna de Lilli Carré, en su edición inglesa (The Lagoon); la que publicó Fantagraphics el año pasado. Se trata de un ejercicio de impaciencia, claro, porque ya saben ustedes que sólo faltan unos días para que aparezca su versión española por gracia e imprenta de La Cúpula. La laguna mantiene algunas de las constantes de Tales of Woodsman Pete, como puedan ser cierto gusto por la fantasía mítica, un apego indisimulado por el folclore y sus matizaciones cuentísticas, y esa atmósfera oscura, que parece esconder secretos ancestrales camuflados detrás de un dibujo antiguo, matizado, como xilografiado en madera. Unos rasgos que desde ya podemos considerar marcas de estilo en una autora aún joven y prometedora.
Respecto a su trabajo precedente, La laguna aporta complejidad argumental y capacidad evocativa. Una niña crece y aprende de su abuelo esas historias eternas que le atan a uno a sus raíces, gracias al medio de comunicación más sugerente y efectivo entre una nieta y su abuelo: la narración oral. Así, entre cuentos e historias, los miembros de la familia protagonista viven los misterios cotidianos y asisten como testigos a esos fenómenos mágicos que alimentan las leyendas: como el de aquel animal mítico, mezcla de hombre, pez y anfibio, que algunas noches de verano emergía en su laguna para silbar melodías encantadas, reclamos y hechizos para los vecinos que pueblan los bosques, aldeas o casas de campo circundantes (como la de nuestros protagonistas). La belleza poética de lo narrado y la evocación sugerida por lo que se elide, convierten esta historia en un cuento moderno que, no obstante, suena como una cantinela centenaria, como aquellas viejas fábulas habitadas por seres mitológicos y construidas en bosques mágicos. Además, la narración se recrea en un gusto por el detalle simbólico que en algunos ejemplo roza la genialidad: como en el caso de ese monstruo que se esconde debajo de la cama para no asustar a los durmientes o el de la semejanza que se establece entre ese mismo monstruo y su silbido encantador con aquellas sirenas que encantaro a Ulises y sus argonautas.
Sucede que, en ocasiones, el recurso a la evocación como instrumento narrativo rector, llega a lastrar una historia o al menos su desarrollo completo, a causa de las ausencias narrativa que se intentan paliar con el mensaje sugerido. Sin llegar a esos extremos, en La laguna percibimos ciertas ausencias explicativas en algunas de las ramas del relato central (el rol real de los progenitores, la relación de los protagonistas con su entorno social, etc.). No se trata de grandes lagunas (teníamos que usar la palabra) si afrontamos la lectura desde el punto de vista de un hipotético lector-receptor de literatura oral transcrita o si, simplemente, pretendemos dejarnos llevar por el sugerente lirismo de lo narrado y el acabado preciosista e sus imágenes. Pero lo cierto es que, concluida nuestra lectura, nos la sensación de que el cuento es incompleto o, al menos, de que nos gustaría seguir "oyendo" más sucesos y eventos relativos a esta historia sobre la "criatura del lago".
En cierto sentido, lo que decimos suena más a halago que a crítica. Estamos convencidos de que a Lilli Carré le queda mucho recorrido dentro de su carrera comicográfica y lo estamos también de que su trabajo luciría aún más (y ya lo hace mucho) en una obra con mayor desarrollo narrativo, un cómic en el que todo su potencial y su personal vocabulario pueda expandirse de una forma compleja y detallada. Lean La laguna y nos cuentan.

miércoles, enero 14, 2009

Lilli Carré. Bosques xilografiados y folclore leñador.

En los pasados Premios Harvey, entre los nominados a Autor Revelación, se encontraba una muy joven autora estadounidense (angelina, para más señas) llamada Lilli Carré. Finalmente, el premio se lo llevó Brian Fies, con la mentada Mom's Cancer, pero daba la impresión de que ésta no iba a ser la última aparición de Carré en alguna lista de nominaciones a éstos u otros premios.
De hecho, poco después, Lilli obtuvo el galardón a la mejor historia, por The Thing About Madeleine, en los también muy prestigiosos Premios Ignatz. Recordamos que en los comentarios de un blog amigo mencionábamos al respecto las escasas referencias que teníamos de la autora: en concreto, habíamos leído una historia corta suya en The Best American Comics 2006, la recopilación editada por Harvey Pekar y Anne Elizabeth Moore. Allí, encontramos la peculiar Adventures of Paul Bunyan & His Ox, Babe, una imaginativa reformulación comicográfica del gigantesco leñador creado por James MacGillivray y convertido a lo largo del S.XX en personaje mítico de la América rural. Resulta que esa misma historia, junto a algunas otras del mismo personaje y otras tantas del cazador Woodsman Pete forman parte de Tales of Woodsman Pete, la obra por la que Lilli Carré fue nominada los Harvey.
Este librito de 74 páginas fue publicado por Top Shelf en 2006, en una de esas preciosas y cuidadas mini-ediciones que caracterizan a la editorial norteamericana. Lilli Carré recorre los frondosos caminos de la floresta mitológica norteamericana de la mano de los dos personajes mencionados: el bondadoso, heroico e inseguro Paul Bunyan (un hombre capaz de talar bosques enteros a puntapies y formar lagos con sus lágrimas, pero incapaz de encontrar el amor) junto a su amigo Babe, el buey azul gigante, y Woodsman Pete, el cínico y ególatra cazador, que convierte cada uno de sus gestos en un símbolo de soledad antiheroica.
La figura caricaturesca y patética de Woodsman Pete refleja de forma clara el espíritu contradictorio de su naturaleza cazadora-depredadora y su empatía necesaria con en el entorno natural que habita (una nueva aportación quizás a la moderna polémica sobre la caza y su justificación ética). En uno de los episodios, Pete observa embelesado la armonía que preside los parajes que rodean su cabaña, disfruta de la inigualable belleza de un día soleado mientras "charla" amigablemente con su inseparable compañero Philippe (la piel de un oso muerto); en ese momento, el bueno de Pete se da cuenta de que no aguanta el trino de los pájaros, de que en realidad lo único que le hace feliz del entorno es su propia presencia dentro el mismo.

Los episodios de Paul Bunyan nos sitúan en una relación con la naturaleza totalmente diferente. La insatisfacción del personaje deviene de su diferencia, de su incapacidad para la interrelación con sus semejantes. Bunyan sufre su soledad al mismo tiempo que se reconoce parte del paisaje que le rodea, en una relación armónica inherente a su propia naturaleza: es un leñador antiguo, uno de esos hombres rudos y rocosos que formaban parte de los bosques antiguos; un habitante de la arboleda sencillo, honesto y solitario.
Lilli Carré recurre al absurdo y a la ironía en las aventuras de Woodsman Pete y a la reflexión nostálgica en el caso de su leñador mitológico, para crear un conjunto no carente de humor y fantasía. En el fondo se trata, como decíamos anteriormente, de reformular el folclorismo estadounidense desde una narrativa basada en la normalización del hecho extraodinario (¿realismo mágico norteamericano?), en el extrañamiento contextualizado. ¡Cuánto le debe la narración contemporánea a figuras como David Lynch o Daniel Clowes y Charles Burns (por centrarnos en el caso concreto del cómic)!. El dibujo de Lilli Carré remite, precisamente, al trazo oscuro e inquietante del autor de Agujero negro, filtrado por la sencillez conceptual de un David B, por ejemplo; pero, sobre todo, el trazo de esta autora transpira clasicismo, sus personajes, sus paisajes, sus escenas, nos recuerdan a los antiguos grabados xilografiados en madera. No podemos dejar de ver en sus dibujos las mismas vetas leñosas que conforman los árboles de los bosques que habitan Woodsman Pete y Paul Bunyan. Una opción estética la mar de apropiada, no cabe duda. Una autora prometedora, esta Lilli Carré, que habrá que seguir de cerca.